viernes, 4 de febrero de 2011

El Sistema Preventivo de Don Bosco


San Juan Bosco
“Incomparable ejemplo de humanismo pedagógico cristiano”, así ha sido definido por Pablo VI el Sistema Preventivo, que se basa en la experiencia de su fundador San Juan Bosco, que realizó una aportación original a la acción educativa entre los jóvenes, elaborado de forma vital por Maria Mazzarello y enriquecido continuamente por las generaciones sucesivas.
El estilo con el que don Bosco se hizo presente entre los jóvenes de su tiempo constituye una herencia preciosa para quienes hoy se consideran continuadores de su ideal educativo. La rica síntesis de contenidos, los métodos, los medios empleados para la promoción humana y la evangelización se basan en las tres palabras con las que él mismo ha querido definirlo: “Este Sistema se apoya por completo en la razón, en la religión y en el amor” (don Bosco).
Este sistema nos ha sido transmitido “como un espíritu que debe guiar nuestros criterios de acción e impregnar todas nuestras relaciones y nuestro estilo de vida”.
El Sistema Preventivo es una metodología pedagógica (Pedagogía), una propuesta de evangelización juvenil (Pastoral) y una experiencia espiritual (espiritualidad).

EL SISTEMA PREVENTIVO COMO PEDAGOGÍA:

El Sistema Preventivo es también una metodología pedagógica caracterizada por:
  • La voluntad de estar entre los jóvenes compartiendo su vida, mirando con simpatía su mundo, atentos a sus verdaderas exigencias y valores;
  • La acogida incondicionada, que se convierte en fuerza promocional y capacidad incansable de diálogo;
  • El criterio preventivo, que cree en la fuerza del bien que hay en todo joven, aún en el más necesitado, y trata de desarrollarla mediante experiencias positivas de bien;
  • La centralidad de la razón, que hace razonables las exigencias y las normas; que es flexibilidad y persuasión en las propuestas; de la religión, entendida como desarrollo del sentido de Dios innato en cada persona y esfuerzo de evangelización cristiana; del amor, que se expresa como un amor educativo que hace crecer y crea correspondencia;
Un ambiente positivo tejido de relaciones personales, vivificado por la presencia amorosa y solidaria, animadora y promotora de actividades de los educadores y del protagonismo de los mismos jóvenes; con un estilo de animación, que cree en los recursos positivos del joven.

Educar en valores hoy

Educar en valores es participar en un auténtico proceso de desarrollo y construcción personal. Una participación que en lenguaje educativo consiste en crear condiciones pedagógicas y sociales para que dicha construcción se lleve a cabo de una forma óptima.
Educar en valores es en cierta medida "pragmatizar" y articular en las relaciones sociales y en las instituciones lo que se nos viene diciendo, hace ya muchos años, desde la filosofía moral, política y del derecho.
Con ello se abre la posibilidad de mirar más complejamente los procesos educativos. Estos no deben restringirse a la preparación en determinados saberes, sino que ante todo deben comprenderse como procesos de formación de una cultura ciudadana pluralista, democrática y solidaria. Educar en valores hoy es formar ciudadanas y ciudadanos auténticos que sepan asumir conscientemente los retos de la globalización y puedan comprometerse en la construcción de un mundo más justo, más inclusivo, equitativo e intercultural.
Hay bastante acuerdo en considerar los valores como normas de conducta y actitudes según las cuales nos comportamos, que son coherentes con aquello que consideramos correcto y que dan forma a nuestra manera de ser y de sentir.
La adquisición de buenos valores depende, como casi todo en la vida de los niños, de sentirse querido y seguro, de desarrollar relaciones estables con sus padres y madres y de tener confianza en sí mismos.   Por otra parte, la coherencia entre los valores que se quiere trasmitir y la forma en que se actúa es fundamental. El ejemplo que den los padres y madres en su forma de relacionarse con los demás, de pedir las cosas, de repartir lo que les gusta, de renunciar a algo, de defender a alguien, etc. es lo más importante. En esa coherencia está la respuesta a la pregunta de si es posible que los hijos aprecien los mismos valores que a sus padres y madres les parecen importantes. Por otro lado, no podemos olvidar asegurarnos que los valores que tenemos son realmente lo mejor que podemos ofrecerles.

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